Soy una persona que nunca tuvo mucho contacto con la lana. Podría decir que ninguno.
Cuando me quedé embarazada y aprovechando que tenía tiempo, me puse a buscar por Internet tutoriales sobre tejer y así hice mi primera bufanda. Los colores de la lana me fascinaban, pero nunca me plantee de dónde venía la lana.
Luego queriendo poner en práctica una idea, me puse a crear un cuento curativo para mi sobrina. Escribí el cuento, hice las ilustraciones y aprendí a encuadernar, porque quería que todo fuera hecho a mano. Pero no encontraba ningún material que se adaptase a la portada que quería diseñar. Tenía que sentirse, tocarse y todo, con atractivos colores visuales… y entonces descubrí la técnica del fieltro. Fue entonces cuando caí en la cuenta de que estamos tan acostumbrados a consumir productos transformados que no reflexionamos sobre cómo se originan. La lana antes de ser hilo es vellón… algo tan obvio y tan poco visible en España.
Sentí ganas de conocer la lana en estado crudo. ¿Dónde conseguir lana de oveja? Nuevamente la red me puso en contacto con Martín, un apasionado de la rueca, y que regalaba lana. Me envió lana lavada porque la otra era muy sucia. Así que mi curiosidad seguía en pie de guerra. Busqué por los alrededores pero finalmente la red me ayudó a llegar a Nacho de las ovejas sufolk quien me regalo mi primera lana de oveja esquilada. Fue entonces cuando experimenté lo que era tener lana de oveja y donde las preguntas comenzaron a expandirse vertiginosamente.
Muy bueno, sigue contándonos como empezaste a trabajar y hacer esas cosas tan preciosas que la lana nos regala. Adelante y sigue creando
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