En nuestra casa la naturaleza y la educación respetuosa siempre han sido un referente, una brújula en el camino. El tener un hijo siempre es una inspiración a la hora de explorar espacios nuevos y esa suma de circunstancias hizo inevitable que me cruzara con los juguetes inspirados en la escuela Waldorf. Una veces para hacer juguetes a mi hijo, otras para que sus amigos compartieran su fascinación y otras por tener la excusa a mano para crear objetos a los que no me podía resistir.
Los primeros que hice fueron nidos de pájaro con pollitos y huevos. Eso me llevo a hacer un experimento en el centro educativo de mi hijos en Currusquinos. Digo experimento porque era probar y se hacía solo para ver si les podía gustar y cómo me sentía yo. Una cosa era hacerlo y otra ver cómo reaccionaban los peques además de que eran bastante peques, creo que Alan tenía 5 y los compañeros cuatro años. Así que fue sorprendente que tuviera a cuatro peques pendientes de cómo hacia el huevo. Por supuesto aproveché para darle un poco de magia al momento para que la expectación fuera máxima y mágica y esperando a ver el resultado renunciaron a salir a su hermoso jardín hasta que no vieran el resultado final. Esa parte ayudaron todos, los mini pollitos que acompañaría a los huevos me toco hacerlos a mi, porque es un trabajo ya para mayores de 7 años. Pero mereció mucho la pena generar interés y expectación y lograr casi que vivieran la misma sensación que cuando esperan a que el pollito rompa la cáscara del huevo cuando va a nacer.
Aunque las fotos no son muy buenas os dejo algunos resultados de prácticas que hicimos en aquellos días.
La verdad es que lo mejor son los talleres de formación para hacer estas chuladas. Con el trabajo y las horas que llevan el precio se eleva y para el poder adquisitivo se hace un poco complicado. Además lo fascinante es ver las caras de expectación de los más pequeños. Por otro lado sigue faltando el entender el trabajo que lleva y el tiempo y valorarlo en consecuencia. Tengamos en cuenta que estos muñecos están rellenos de lana y que si están bien hechos duran años en manos de los niños, sin despelucharse, ya sea que se los llevan a la bañera o al parque. Estos aún siguen acompañando a los pequeños que los adoptaron y ahora, tras tres años, puedo asegurar que el trabajo estuvo bien hecho.
En cuanto me pasen fotos de cómo están actualmente os las pongo para que veáis. El secreto para que dure, dedicar tiempo a abatanar a base de aguja.
Son muchas las propuestas que en el futuro os enseñaré para dinamizar los entornos de los pequeños, ya sea en casa o en centros educativos, en donde la inversión llega a más niños y nuevas generaciones. Pero como veis es un regalo que gusta igual a grandes y pequeños y que como todo lo que se hace con lana, se puede reciclar de distintas maneras enseñándonos siempre la resiliencia de la lana. Ya sabéis para dudas o si os tienta tener uno de estos o otros posibles juguetes en esta línea solo tenéis que preguntar.